lunes, 26 de julio de 2010

La felicidad, Epicuro



























No fue el cerezo
con su murmullo rosa
ni el abrigo de lirios
del agua del estanque
ni fue el discreto encanto
burgués de la gardenia
ni la menta sativa
profunda y recurrente.
Quizás fuera Epicuro
sujetando mi alma
en el reposo azulado
de la tarde.  

            El jardín de Epicuro                                                
            Milena Casanova
                                                

Epicuro nació en Samos en el 341 aC. y llegó a Atenas por primera vez a los 18 años de edad. Era el año 323 aC, fecha en que murió Alejando Magno y en que Aristóteles tuvo que marcharse de esta ciudad, donde había vivido y enseñado durante muchos años, desde que Platón lo acogió en la Academia cuando era un adolescente. Fue un exilio forzoso, los atenienses pretendían acusarlo por intolerancia, y ante el juicio que sentenció la muerte de Sócrates, decidió partir para evitar un nuevo ataque contra la filosofía. Los tiempos habían cambiado y Aristóteles era el último defensor y representante del pensamiento clásico, se había convertido en un símbolo. El hombre de la época estaba inmerso en la crisis de un mundo que cambiaba demasiado rápido para sentirse cómodo en él, y los nuevos filósofos, entre ellos Epicuro, ya no insistían en la educación de los ciudadanos sino que reflexionaban sobre el hombre como individuo y como cosmopolita.

Epicuro retornó definitivamente a Atenas a los 35 años y fundó su escuela, “El Jardín”. No se trataba de un centro de estudios a la manera de la Academia platónica o del Liceo aristotélico. Era más bien una comuna donde un grupo de amigos que se tenían por filósofos, llevaban una vida retirada y tranquila, y según afirmaban, aspiraban a la condición de sabios. Epicuro vivió en “El Jardín” hasta su muerte en el 270 aC, poniendo en práctica sus preceptos sobre la vida feliz. Para él, la felicidad era la consecuencia de una vida hedonista y ausente de miedo, y el propósito de su filosofía era la ética. Se estima que expuso sus ideas en más de 300 tratados, de los cuales solo se han conservado la “Carta a Meneceo” y las “Máximas Capitales”.

“Es un necio quien dice que teme la muerte no porque sufrirá cuando llegue sino porque sufre sabiendo que llegará. Porque aquello que no molesta cuando está, es absurdo que suframos por su espera. Sin duda, la muerte, el más terrorifico de los males, no nos afecta; por la simple razón que, mientras nosotros somos, la muerte no está. Y en cambio, cuando la muerte está presente, nosotros ya no somos".
                        
“No se puede vivir con placer sin vivir con juicio, honestidad y justicia. Quien no tiene aquello que nos permite vivir con cordura, honestidad y justicia, no puede vivir con placer".

“De los deseos, algunos son naturales, los otros vanos. De forma que si los conocemos bien sabremos relacionar cada elección o cada rechazo con la salud del cuerpo y la tranquilidad del alma. Pues esta es la finalidad de una vida feliz”.
                                                             Epicuro

En una época de agitación y temor colectivo, Epicuro ofrece la respuesta en la felicidad fundamentada en la responsabilidad personal. La felicidad se encuentra en el disfrute de los placeres naturales y en una actitud de calma y moderación. Los placeres no son sólo los del cuerpo, son, sobretodo, los del alma: el cultivo de la amistad, del conocimiento, la búsqueda de la verdad y de la felicidad. Quién sabe vivir una vida de plenitud es sabio.


Basado en el texto de M. Mercè Rios

4 comentarios:

  1. Gracias por reproducir mi poema El jardín de Epicuro, pero le falta un verso. Te copio el poema completo:

    El jardín de Epicuro

    No fue el cerezo
    con su murmullo rosa
    ni el abrigo de lirios
    del agua del estanque
    ni fue el discreto encanto
    burgués de la gardenia
    ni la menta sativa
    profunda y recurrente.
    Quizás fuera Epicuro
    sujetando mi alma
    en el reposo azulado
    de la tarde.

    Milena Casanova

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  2. Gracias por divulgar mi artículo sobre la filosofía de Epicuro. Saludos.

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  3. Gracias a tí, Milena, y a los lirios que embellecen el remanso de nuestra tarde.

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  4. Gracias a tí, Mercè, me alegró encontrarlo.
    Saludos

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